lunes, 28 de marzo de 2016

Acerca de "Retórica y oralidad", de Antonio López Eyre

Los discursos de la Retórica de los antiguos estaban muy teñidos de oralidad, eran fuertemente orales, lo que tiene implicaciones importantes a la hora de juzgar la Retórica de la Antigüedad y confrontarla con la del presente. Se piensa hoy día por parte de algunos estudiosos que el «gran salto», que supuso pasar de la cultura oral en la que nació la Retórica a la cultura escrita fue un proceso decisivo para el desarrollo del pensamiento abstracto y lógico. La escritura fue el invento que en mayor medida transformó la mente humana, y la invención del alfabeto supuso realmente el comienzo de nuevas e insospechadas aplicaciones de la inteligencia racional.

Si tuviéramos que trazar una evolución en etapas acerca de la historia de la comunicación en cualquiera de sus formas, podríamos hablar de las tres siguientes:
  1. La primera cultura del hombre es la cultura oral transmitida de generación en generación con la consecuente pérdida de detalle y profundidad.
  2. La invención de la escritura remonta a los sumerios asentados en Mesopotamia a mediados del cuarto milenio a. J. C. En esta segunda fase se registran dos grandes revoluciones culturales, la quirográfica o manuscrita, la primera gran revolución de la escritura o palabra silenciosa, y la gutemberguiana o tipográfica que, a partir del siglo XV, hizo circular profusamente los discursos estampados en letra de molde y convertidos en objeto de muy apetecido y solicitado consumo.
  3. En una tercera fase de la historia de la comunicación se reencuentran la oralidad y la escritura. Esto es lo que ocurre en la moderna cultura de los contemporáneos medios eléctricos y electrónicos, medios de comunicación de masas que hacen volar mensajes escritos y orales a la velocidad de la luz dirigidos a un número cada vez mayor de receptores.
En la actualidad nos encontramos ante un nuevo tipo de discurso que aparece como mensaje comunicativo transmitido por máquinas de comunicación y dispositivos digitales que serían impensables hace un siglo. Esas máquinas que desafían el espacio y el tiempo y transmiten con idéntica facilidad signos lingüísticos orales y escritos y signos no-lingüísticos de diferentes códigos pero asimilables a los verbales han modificado, como era de esperar, adaptándolo a su naturaleza, el propio mensaje que transmiten, es decir, el nuevo discurso multimediático de nuestros tiempos.

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