sábado, 29 de octubre de 2016

Fundamentación de la moral. Clases de Bioética con Diego J. García Capilla

Al igual que el tema anterior, me dispongo a ofrecer un posible resumen de este segundo tema. Éste es el segundo de los temas que forman parte de la introducción general a la asignatura. A partir del tercero, entraremos en materia propiamente dicha de la Bioética. Vamos a empezar...



Tema 2. Fundamentación de la moral


2.1. Tipologías de los saberes en ética.

Cuando hablamos de ética, podemos hablar de tres tipos de saberes:

a) Ética descriptiva: tiene por objeto estudiar comportamientos éticos en personas o sociedades. No establece normas, sino solamente observar y clasificar normas y costumbres de sujetos morales. Sus juicios son de tipo fáctico, se ocupa del hecho moral. Lo que hace es EXPLICAR conductas morales.

b) Ética normativa: lo que hace es JUSTIFICAR. Dar cuenta de por qué algo debe ser de una determianda manera o ajustarse a determinados valores y por qué en ultima instancia un comportamiento deberia responder a una jerarquia determinada de valores. Son juicios sobre qué debe hacerse o qué debe ser entendido como bueno en una sociedad. No explica sino establece normas y lo que hace es OBLIGAR. (juicios normativos o juicios de valor y no fácticos)

c) Metaética: es un discurso sobre la filosofia moral. Se situa fuera para estudiar todo lo relativo al lenguaje. (juicios sobre los juicios morales). La palabra clave es FUNDAMENTAR. Tenemos ahora un "metajuicio" sobre el discurso moral. Se ocupa del analisis de los sgnificados y de la validez de los argumentos de los discursos morales. La metaética es un estudio del lenguaje moral.

2.2. Fundamentación de la moral. Fundamentar consiste en dar razones.

Debemos encontrar un fundamento para ese saber. ¿Por qué toda persona se debe comportar desde una perspectiva moral? Importante distinguir entre FUNDAMENTALISTA o FUNDAMENTALISMO (basar todo el valor de verdad en unos dogmas indiscutibles, es decir, justifica un comportamiento moral en base a una verdad indiscutible)  y FUNDAMENTAR (lo contrario, basar el valor de verdad de una doctrina en una serie de razones o argumentos y no cabe posibilidad de axiomas indiscutibles).

Una de las tareas de la Ética, como rama de la Filosofía, es encontrar un fundamento para la moral. Fundamentar significa descubrir las razones por las que toda persona debería comportarse moralmente. Fundamentar y fundamentalismo son distintos. Fundamentar consiste en encontrar una base ontológica en la que se sustente la validez de los juicios morales (buscar un arché o principio). Fundamentar es responder por la base de las normas morales, porqué obligan las normas morales.

EXPLICAR: dar razones de una conducta, un hecho o una actitud. Hace comprensible el fenómeno, pero no justifica nada en sentido moral.
JUSTIFICAR: qué elementos hacen que un juicio moral tenga validez normativa, así como los límites y el alcance de nuestras argumentaciones.

2.3. Los juicios morales. 

Vimos que podemos establecer una serie de juicios que tiene como sustento, valores. Diego Gracia estableces tres tipos de juicios:

a) Juicios de hecho o descriptivos: ya dijimos que los hechos generan juicios descriptivos. "La pizarra es verde". Lo que hace es EXPLICAR.
b) Juicios de valor o estimativos: sobre los hechos hacemos unas atribuciones o calificaciones, estimaciones. "La pizarra es bonita". 
c) Juicios morales o prescriptivos: es un juicio que utiliza los valores pero que tiene una serie de caracteristicas que lo hacen peculiar. Las caracteristicas son: 

Los juicios morales tienen unas propiedades lógicas peculiares, distintas a los otros tipos. Estas propiedades las clasificamos dependiendo de que sean formales o materiales.

PROPIEDADES FORMALES:

a) Prescriptividad. Se refiere al hecho de que mandan al sujeto que realiza el juicio. Plantea el problema de la fuente de la prescriptividad, ya que no puede ser el propio sujeto puesto que se impone a él mismo.

b) Universalizabilidad. Cuando una persona considera que un acto es incorrecto en unas condiciones determinadas, está de algún modo afirmando que debería ser incorrecto no sólo en este caso, sino en todos aquellos casos similares al suyo. La universalizabilidad no se identifica sin más con la universalidad: los contenidos de los juicios morales concretos no son nunca universales, sino particulares.  Cuando el juicio es moral, exige la generalización al conjunto de situaciones idénticas, por tanto, es un juicio concreto, no universal, pero con pretensiones de universalizabilidaddad, es decir, universalizable.

PROPIEDADES MATERIALES:

a) Carácter sintético. Los juicios morales son siempre y por definición juicios de experiencia, necesitados de una base empírica, y que en tanto que tales poseen las características de los denominados juicios sintéticos. No hay juicios morales puramente analíticos. La incertidumbre de los juicios de experiencia y, concretamente, los juicios morales, se anularía si pudiéramos hacer ética como se hacen matemáticas, es decir, de un modo puramente analítico. Es el error del racionalismo.

b) Condición de no absolutos. Imposibilidad de afirmar los contenidos de los juicios morales como absolutos y sin excepciones. No hay juicios de experiencia que puedan ser afirmados como absolutos. Hume: en todo juicio sintético o de experiencia, la base empírica es limitada y por tanto son probables. Son los juicios propios de la ciencia, siempre sometidos a revisión. Lo mismo acontece con las teorías éticas. Los juicios morales pueden ser sintéticos y universalizables, pero no absolutos.

c) Los juicios morales consisten en la realización de valores no directamente morales.

La prescripción no tiene por objeto realizar valores específicamente morales, sino realizar valores que en principio no son morales, sino que son positivos (una de las características de los valores es que son polares, es decir, positivos o negativos: la salud, por ejemplo, es un valor positivo, y la enfermedad, uno negativo. El deber moral está en realizar el valor positivo de la salud, que en sí no es moral, y evitar el valor negativo de la enfermedad, que tampoco es directamente moral).
La prescriptividad moral consiste en la realización de lo mejor, de lo óptimo (la excelencia).

El intento de ser simplemente bueno, sin preocuparse por la realización de los valores positivos, no directamente morales, y la evitación de los negativos, es en sí una aberración moral. Nicolai Hartman trae a colación la imagen evangélica del “fariseo”, que es un hombre que pone todo su empeño en ser bueno, pero no en la realización de valores: la persona moralmente buena no es la que se propone ser buena, sino la que busca la realización de los valores óptimos. Esto es lo que realizan de modo excelente las personas paradigmáticas, el genio, el héroe, el santo, como describió Max Scheler.

Pregunta ¿Un juicio estético podría ser un juicio moral? ¿tiene pretensión de prescriptividad? Respuesta: NO, ya que no estableces obligaciones. Sería un juicio estimativo, nada más. 


2.4. Los niveles de razonamiento moral.

El razonamiento moral tiene, al menos, dos niveles (GRACIA, D.):

a) El contenido material de los principios morales, derivado del primero. Por ejemplo los cuatro principios de la bioética: autonomía, beneficencia, no-maleficencia y justicia. Estos principios no son absolutos y sin excepciones.

b) Análisis de las circunstancias y consecuencias del caso concreto, para ver si pueden hacerse excepciones a los principios materiales.

En el principialismo estricto, cuando los principios morales se afirman como absolutos, las circunstancias y las consecuencias no pueden jugar ningún papel en la toma de decisiones. Pero cuando los principios materiales no son tomados como absolutos, la evaluación de las circunstancias y las consecuencias es un momento importante del juicio moral.

Los principios son, por definición, generales, y los conflictos éticos son concretos, particulares. En el razonamiento ético hay un momento principialista, deontológico, racional y a priori (el de los principios) y un  segundo momento consecuencialista, teleológico, experiencial, a posteriori. Siempre ha habido que admitir ese segundo momento, que Aristóteles denominó phrónesis, prudencia. El primero sirve para establecer las normas y el segundo para las excepciones a la norma.

Un ejemplo de los distintos momentos del razonamiento moral es “la mentira”. Por (en) principio, siempre hay que decir la verdad, pues de no hacerlo estaríamos incumpliendo la norma de tratar a todos con igual consideración y respeto, y por tanto estaríamos obrando injusta y maleficientemente. A pesar de lo cual, todos somos conscientes de que no siempre podemos decir la verdad. Hay circunstancias que obligan a no decir la verdad y a veces hasta mentir. Es el caso de la conocida como mentira piadosa. La mentira piadosa no puede justificarse más que como una excepción a la norma, impuesta por las circunstancias. Creemos que en una situación concreta, los males que se seguirán de decir la verdad son tales, que se impone hacer una excepción. La excepción la justificamos en el mismo principio de siempre, en el de que todos los hombres merecen igual consideración y respeto. Este paso tiene enorme importancia en bioética ya que es una disciplina nacida para resolver situaciones particulares, y por tanto con vocación de convertirse en un procedimiento de toma de decisiones.


2.5. La fundamentación de los juicios morales.

La fundamentación de los juicios morales se ha tratado de sintetizar en tres fases sucesivas de la historia de la ética que, siguiendo a Diego Gracia, podemos llamar objetiva, subjetiva e intersubjetiva. Cada una de ellas parte de una concepción de la racionalidad humana, y en consecuencia defiende un modo distinto de hacer y justificar los juicios morales. Históricamente se ha producido un avance progresivo desde el primer tipo de fundamentación hasta el tercero.

a) La fundamentación objetivista:

Es el tipo de fundamentación más antigua (mundo antiguo y medieval). Parte de la idea de “adecuación” entre el orden del ser y del pensar: las cosas son como nosotros las pensamos. La mente reproduce con exactitud la estructura de la realidad. Ello se produce en el orden del ser y en el del deber ser: es moralmente correcto todo aquello que no violente el orden de la naturaleza, la estructura interna de las cosas. Las cosas tienen un “orden interno” que es principio de legalidad, es la llamada ley natural. Los actos malos son aquellos que atentan contra esta ley. La ley de los hombres (ley positiva) debe subordinarse a la ley natural. La legitimidad de una norma no le viene dada por el número de personas que la respaldan, sino porque se atenga a la ley natural.

b) La fundamentación subjetivista:

A comienzos del mundo moderno, entró en crisis la idea de que nuestra mente tiene capacidad para adecuarse a la realidad y conocerla en su esencia. Se va imponiendo la teoría de la inadecuación de la mente a las cosas. En primer lugar porque los sentidos no son tan seguros como se creyó. Y, sobre todo, porque nuestra experiencia de la realidad es siempre limitada, lo cual nos impide hacer juicios universales, con carácter de absolutos. Los juicios universales y absolutos no pueden ser fundamento adecuado de la ética. Convertir la naturaleza en principio normativo es incorrecto desde el mundo moderno. Ese salto supone la caída en una falacia que se denomina “falacia naturalista”. Los juicios de experiencia, de los que forman parte los morales, se denominan sintéticos. No puede haber juicios universales sintéticos de carácter verdadero o absoluto, tan sólo probables. Existen otros juicios distintos a los sintéticos que se denominan analíticos. Son juicios de pura razón, propios de disciplinas como las matemáticas o la lógica. En ellos sí cabe la verdad absoluta, porque carecen de base empírica.

La corriente filosófica denominada racionalismo que surge en el mundo moderno, receló del conocimiento que procede de la naturaleza como carente de certeza y se encerró en el interior de la conciencia, en la razón, a la búsqueda de las verdades ciertas y evidentes. En la etapa subjetivista de la fundamentación, los juicios morales se elaboran igual que los tratados de matemáticas. La razón es pura y la experiencia contingente. Por ello, las normas surgidas de la razón pura tendrán carácter incondicionado, categórico. Se considera que la razón es capaz de darse a sí misma leyes incondicionadas, absolutas y sin excepciones

c) Fundamentación intersubjetiva:

Tras la muerte de Hegel en 1831 comenzó un proceso que se conoce en historia de la filosofía como “crisis de la razón”. Los filósofos racionalistas (Descartes, Espinoza, Leibniz) y los idealistas (Kant, Fitche, Hegel) creían en la capacidad de la razón para captar y construir mentalmente el todo de la realidad y fundar el orden de la legalidad. Esto se vino abajo a lo largo del siglo XIX. Lo que se hundió fue la confianza en la razón analítica. La razón no se autofundaba, no se podía cerrar sobre sí misma. En 1930 el matemático Kurt Gödel, demostró que ese mundo no se puede cerrar, no por defecto de los métodos utilizados sino porque es necesariamente incompleto. La razón analítica entraba en una gravísima crisis de fundamento. Los juicios morales no son analíticos, sino sintéticos y, por definición, contingentes, cambiantes, probables y nunca ciertos. No es posible elaborar proposiciones deontológicas, que tengan contenido empírico y digan lo que se debe hacer, y además sean absolutas y carezcan de excepciones. Es un imposible lógico. En la Moral y Ética se manejan normas o principios deontológicos, que no vienen dados a priori, sino que tiene que elaborarlos la razón, a partir de su experiencia moral, por tanto, por la vía de los juicios sintéticos. Esta experiencia moral va creando un depósito que constituye el sistema de normas, usos y costumbres de los individuos y los grupos sociales. 

-Las normas morales las generan los seres humanos tanto individual como colectivamente.
-Puesto que la norma moral surge de la experiencia y es una reflexión sobre dicha experiencia, se enriquece con la deliberación colectiva.
-Para que la deliberación sea moral ha de incluir a todos los sujetos actual o virtualmente afectados por la norma. Todos son sujetos morales y han de participar en condiciones de simetría en el proceso.
-En nuestra época, que sustenta una concepción probable y no de certeza absoluta  de la racionalidad, las normas morales no pueden objetivarse por la vía de la racionalidad objetiva ni subjetiva, sino intersubjetiva. A la racionalidad no se llega más que por la vía de la deliberación y consenso. La otra alternativa es que alguien se considere en posesión de la verdad y la imponga a los demás por la fuerza. La racionalidad moral o es consensual o es forzada. No hay término medio posible.

2.6. La verdad moral en una sociedad pluralista.

El mundo moderno ha asistido a una pérdida de la homogeneidad cultural, pasando a otro en que la pluralidad y el respeto a la pluralidad están en primer plano.
La ética del siglo XX es distinta a la de cualquier época anterior. El contexto es el de la crisis de la razón y considera que los juicios morales son por definición sintéticos, careciendo de sentido la pretensión de considerarlos absolutos y sin excepciones, siendo necesario aplicarlos a cada caso tras un detenido análisis del contexto.

El tema de la legitimación de la democracia está hoy más vivo que nunca. Cuando se habla del tema es para hacer de ella un sistema coherente y riguroso desde el punto de vista ético y humano.

Parece que la democracia no puede identificarse sin más con el Estado liberal ni con el Estado social. Probablemente hay que ir más allá de ambos y acercarse al Estado deliberativo, superando el déficit democrático de las democracias meramente formales, siendo capaz de tomar decisiones que tengan en cuenta a toda la Humanidad, es decir, a todas las personas presentes y futuras.

La democracia representativa es una condición necesaria, pero no suficiente, de una sociedad pluralista y liberal.

En la sociedad liberal de los siglos XIX y XX los valores morales no fueron defendidos por la sociedad y los individuos, sino por iglesias, comunicadores de los mass media, políticos, etc. A finales del siglo XX se produce una revolución que ha devuelto a la sociedad civil el poder y la capacidad de discutir, debatir y alcanzar acuerdos sobre toda clase de valores, con la seguridad de que sólo en esta forma de sociedad puede llegar a ser más humana, libre y moral.

El mayor problema moral que tenemos en nuestras sociedades es el cómo organizar la participación social en el debate acerca de las cuestiones de valores, convencidos de que sólo a través de esta vía, la propia democracia representativa puede ser legitimada.

El debate social sobre los valores es uno de los grandes propósitos de nuestras sociedades desde los años sesenta hasta nuestros días, y la bioética es una de las vías abiertas para este propósito.

La bioética debe asumir la responsabilidad de ser un foro de debate y educación en cuestiones de valores relacionadas con el cuerpo y la vida.

Fin. 

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