lunes, 13 de octubre de 2014

Nueva categoría en el blog: Filosofía de la Música.

Aunque no existe esta asignatura en la Facultad, una pena que sea así, he decidido crear una nueva categoría en el blog acerca de "Filosofía de la música".

Luis Ángel de Benito
A modo de introducción y de forma rápida, aconsejo seguir este programa de RNE-Clásica llamado "Música y significado". Sería una gran idea invitar a Luis Ángel de Benito, su presentador y director, a dar una charla a la Facultad para que nos ponga al tanto de esta interesante búsqueda.

Seguiré informando. Hay poco material a este respecto pero seguro tomará relevancia en el futuro.

Os dejo uno de mis favoritos. Pincha aquí.

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sábado, 11 de octubre de 2014

Clase de Teorías Éticas del 8-octubre-2014. Prof. Urbano Ferrer. #Filosofía #Ética

Seguimos con el Tema 2. 

2. La necesidad de normatividad institucional

Arnold Gehlen
En distintos planos ha resaltado Gehlen la necesidad de los mecanismos de descarga para la viabilidad de la conducta en el hombre, que dejaría de este modo de estar en función de los condicionamientos operantes para convertirse en acción humana. Valiéndose de tales mecanismos es como convierte las carencias de su existencia en oportunidades de prolongación de la vida. "Todas las carencias de la constitución humana (carencias que representan un enorme gravamen de su capacidad de vivir bajo las condiciones por decir así animales) son transformadas por el hombre, por sí mismo y con su acción, en medios de su existencia, conjugándose así en último término el destino del hombre a la acción y su incomparable ubicación especial".
Si nos situamos en el orden del conocimiento, advertimos que la descarga se opera mediante los sentidos de cercanía y lejanía, mediante el lenguaje, el pensamiento conceptual, la imaginación, los símbolos..., todo lo cual le exonera de tener que hacerse presentes la totalidad de los complejos táctiles y ópticos para poder abrirse camino en su mundo circundante. Así, por ejemplo, los sonidos del lenguaje van sustituyendo progresivamente en el niño a las respuestas corporales, llegando a responder mediante el fonema articulado a la sucesión amorfa de los estímulos. La maleabilidad en el sonido lo hace indefinidamente combinable con los otros sonidos, pues a menor consistencia mayor número de combinaciones posibles.
Otro tanto acontece con la técnica, en tanto que le facilita la acción sobre el mundo en torno. Precisamente los instrumentos producidos por el hombre, al quedar objetivados y disponibles para lo sucesivo, pueden ser utilizados más allá de sus utilidad primaria. De este modo, le eximen de tener que reiterar el esfuerzo productivo cuando vuelva a aparecer la necesidad que inicialmente los deparó. Las necesidades humanas son tales que no están vueltas en último término hacia sí mismas, sino que decantan en unos utensilios con los que a su vez son ensayados nuevos comportamientos: así, la rueda, las flechas, el cuchillo..., por su objetividad técnica, se prestan a usos que exceden las necesidades primeras de desplazamiento, caza de alimentos, etc..., para las que se idearon.

Análogamente, en el orden biológico las instituciones cumplen una función que equilibra la inestabilidad en que quedaría el hombre si hubiese de improvisar cada vez las respuestas prácticas ante las demandas que provienen del medio cultural y de los demás hombres. La normatividad institucional suple, de esta forma, la carencia de dotación instintiva para sobrevivir. El hombre es el único animal que puede asumir en su comportamiento un centro distinto de sí mismo, como ha subrayado Spaemann. En este sentido, la actuación social no brota de una espontaneidad improvisada porque se proyecta desde las instituciones, componentes de la cultura, a las que tiene por punto de apoyo objetivo. Así se hace posible que mediante las instituciones se cumplan y estabilicen los fines objetivos más elementales propios de la naturaleza humana.
Las instituciones son entendidas aquí en su sentido sociológico de conjuntos de pautas de conducta. Hacen su aparición cuando los hábitos de comportamiento llegan a tipificarse recíprocamente, haciéndose accesibles a un grupo social o conjunto de individuos en interacción, así como en relación con otros grupos e individuos. Cada uno llega entonces a "asumir los roles del otro" hipotéticamente, de tal modo que surgirán expectativas recíprocas y sólo se podrán explicar las propias acciones contando con la interiorización del rol ajeno. G.H. Mead ha destacado en este contexto la aparición del "otro generalizado" (other generalised), que es correlativo del concepto de rol en general, asumible por una pluralidad de sujetos sociales en interacción.
Pero, ¿qué relación guardan las instituciones con el principio antropológico de la moralidad? ¿Hay algún punto de vista que en este mismo ámbito de la Antropología ponga de manifiesto esa eventual relación?
Kant ha resaltado un nuevo punto de partida antropológico para advertir la necesidad de normatividad institucional. Tal punto de partida es el antagonismo entre las tendencias sociales y antisociales en el hombre (por ejemplo, entre el acatamiento al otro y la agresión frente a él, o bien entre la tendencia a la cooperación y la tendencia opuesta a la concurrencia). La normatividad institucional equivale desde este supuesto a la edificación de un compromiso o tensión estabilizada, la cual no sería posible si hubiera que fiar el comportamiento a los solos impulsos psicológicos. Tanto la plasticidad de los instintos como la inagotabilidad de posibles reacciones por parte del hombre no llegarían a encontrar por sí mismas un cauce orientativo para la acción.

Pero — y ahora viene el segundo paso— el hecho de que tenga el hombre que resistir a las disposiciones contrarias que encuentra en su misma naturaleza para actuar según unas pautas objetivas favorece el que asimismo haya de ir forjando un temple y disciplina morales, a la vez que llega a transformar la rudeza y primitivismo naturales en el hábitat cultural en que desenvuelve su existencia, como si se tratara de una segunda naturaleza. La propia instalación en la existencia se convierte, de este modo, para él en tarea moral. Según el símil propuesto por Kant, al igual que aquellos árboles que han de hacer frente a la intemperie se vuelven más robustos que los que no encuentran obstáculos naturales en su desarrollo, al hombre le correspondería paralelamente la formación de su carácter al tener que enderezar inclinaciones que por sí solas no orientan su acción.

3. Planos de la singularidad en el hombre

Complementariamente al sentido para lo objetivo en el hombre nos corresponde ahora examinar los distintos planos en que resalta la singularidad subjetiva del existente humano. Indispensable es que los actos antropológicamente sean "míos".

1º) Un primer y significativo índice de subjetividad en el hombre es el hecho de que no encuentre fijada su existencia, sino que haya de edificar desde sí mismo su vida, su quehacer, como diría Ortega. "Es un ser que encuentra ante sí y en sí mismo una tarea, y precisamente por eso necesita una interpretación de sí... Para él es ya una realización considerable el hecho de vivir aún el próximo año... tiene un comportamiento con relación a sí mismo... No vive, sino que guía su vida". La futurición aparece, así, como el rasgo existencial por antonomasia. El futuro es aquello en vista de lo que se ex-siste (el prefijo "ex" está tomado en la acepción de "fuera de") en cada momento. El "en vista de" no es algo que sobrevenga accidentalmente a la existencia, sino un momento constitutivo de su actuación existencial. El hombre es un ser ex-tático, que se trasciende a sí mismo al ir proyectando sus decisiones. A este nivel existencial se pone, pues, ya de manifiesto la singularidad del hombre.
El propio Ortega ha expresado la paradoja fundamental de "mi" vida, en tanto que me es dada, pero no me es dada hecha. Lo único que tengo delante es un amplio repertorio de posibilidades que he de ir seleccionando y cubriendo por propio riesgo. Vivir es un quehacer atenido a un programa que el existente se dicta a sí mismo. "Mi vida antes que simplemente hacer es decidir un hacer —es decir, mi vida. Nuestra vida se decide a sí misma, se anticipa". Justamente la anticipación de la vida como un todo aun antes de transcurrida es lo que le da su cariz biográfico característico.

2º) En el orden ontológico la singularidad estriba en ser persona. La primera definición de persona como sujeto singular es la que debemos a Boecio en el Siglo VI: la persona es "suppositum o hipóstasis (uJpovstasiß) racional". Dejando por ahora la deficiencia de no incluir en ella el carácter relacional constitutivo, Boecio ha tenido el acierto de destacar la incomunicabilidad de la persona como sustancia individual, tal que la individuación la tiene por sí misma. Corresponde a la aristotélica sustancia primera (ousía), que se diferencia de la sustancia segunda en que en ésta última la individuación proviene de los ejemplares o individuos en que se realiza (ser hombre, ser león, ser árbol...). Sólo la sustancia —primera— es individua por sí misma, mientras que tanto la sustancia segunda como los accidentes que inhieren en un sujeto poseen la individuación que les presta la sustancia originaria.
En el caso de la persona, la individualidad es, sin embargo, más acusada que en las otras sustancias, por resultar de la posesión de sí por el conocimiento y la libertad. En efecto, en la ejecución de sus actos cognoscitivos la persona es el único individuo que tiene conciencia de sí como distinto de tales actos y del resto de la realidad. Y en el ámbito de los actos voluntarios de decisión, también sólo la persona puede decidir sobre ella misma, descubriendo, precisamente desde esta versión a lo que sin ella todavía no está decidido, su dimensión igualmente constitutiva de tener pasado.
Ocurre, de este modo, que los predicados que atribuimos a la persona no son propiedades que dimanen de ella, al modo como la cosa material o la figura geométrica tienen sus notas propias, ni tampoco son accidentes que se le sobreañadan desde fuera, sino que ella los incorpora en la forma de tenerlos por suyos. Zubiri denomina suidad a esta condición de la persona, por la que sus estados y operaciones son reduplicativamente suyos. La persona no tiene meramente sed, como el animal, sino que se siente realmente sedienta. Y por lo que hace a los actos u operaciones, como por ejemplo los de los sentidos externos, tampoco son meras re-acciones desencadenadas en ella, sino que los cumple como realmente suyos. Esta singularidad del ser personal, por la que se autoposee en sus estados y actos, no significa ciertamente todavía la atribución moral a sí mismo de sus actos, pero constituye la base antropológica para que puedan recaer sobre él notas morales como la imputabilidad, la responsabilidad o el mérito.

3º) También desde un ángulo fenomenológico es posible poner de manifiesto la singularidad de la persona, que Boecio —y con él una larga tradición medieval— había subrayado ontológicamente en los términos de ser un sujeto subsistente.
Scheler ha hecho notar, en efecto, que su unidad no se resuelve en la simple sucesión de actos (el bundle of acts o haz de actos, según caracterizara Hume al yo), sino que es la unidad del agente común al que hay que referir los actos, de esencia diversa. Así lo expone en el siguiente texto de su Ética: "En todas las investigación de actos que emprendemos en fenomenología pura se trata de... esencias intuitivas abstractas. Son abstractas —no como si fueran abstraídas— en el sentido de que reclaman un complemento en la medida en que han de existir... Pero para que una esencia de actos sea concreta hay que presuponer constantemente, para su ser dado pleno e intuitivo, la referencia a la esencia de la persona, que es la realizadora del acto. De donde resulta claramente que la persona no puede reducirse a ser la incógnita de un simple punto de partida de actos ni a cualquier especie de mera conexión o tejido de actos, como acostumbra a proceder una especie de la denominada concepción actualista de la persona, que pretende comprender el ser de la persona desde su hacer". Resulta, pues, que la persona como singular concreto antecede en sí a todas las diferencias esenciales entre los actos que cumple. Según Scheler, la persona no es propiamente el término objetivo de una percepción, sino el centro activo de todos sus actos, irreductible a los datos psíquicos.
No podría ser aprehendida la persona más allá de sus actos, ya que, en vez de permanecer tras ellos como algo estático e invariable, es el vivir cada acto lo que hace manifiesta la existencia peculiar de cada persona en su totalidad. La persona es toda ella en cada uno de sus actos, con los que se remodela a sí misma a la vez que los va ejecutando. "El modo único y exclusivo del ser dado de la persona es su misma realización de actos (incluida la ejecución del acto de su reflexión a los actos suyos); viviendo en esta realización de actos se vive al mismo tiempo a sí misma".
La Psicología contemporánea ha subrayado asimismo que la personalidad, inconfundible en cada cual, es un fenómeno postinstintivo. Si se planteara la conducta en los términos autorregulativos de necesidades, impulsos y reducción, se disolvería la realidad del sujeto personal y con ello su capacidad de decidirse responsablemente.
Pinillos ha expuesto que no es en la Psicología convencional de los procesos motiva-cionales, sino en una teoría del sujeto donde tiene su lugar propio la variable de la decisión. Allport ha visto análogamente en el ego "un poder positivo de actuación unitaria", contrapuesto a las tendencias fragmentarias, disgregadoras de la personalidad. Así, lo que se empieza haciendo a partir de una necesidad casi instintiva (aprender a leer unos prisioneros para poder comunicarse, para evitar la vergüenza de firmar con una x...) adquiere un nuevo interés cuando han desaparecido aquellas necesidades y se transforma en la motivación de aprender a leer. Los motivos se independizan, de este modo, de las necesidades iniciales a que se debían, adquiriendo lo que Allport llama "autonomía funcional". La estructura personal del ego que así se evidencia no es, por tanto, psicogenética, sino tal que se vierte hacia el futuro, rehaciendo sus motivos en forma de intenciones y planes.

4º) Por último, la singularidad de la persona se hace patente también en la constitución corpórea. Sus rasgos morfológicos privativos no se acumulan, sino que forman una unidad sistémica, que los hace correlativos. La hiperformalización del cerebro se traduce en la falta de respuesta adecuada para cada estímulo. Lo cual tiene como doble contrapartida positiva la liberación de las manos, configuradas como instrumentos de los instrumentos, a la vez que el mayor desarrollo del neocórtex cerebral, que ha de centralizar todos los movimientos orgánicos.

Fin clase.

domingo, 5 de octubre de 2014

Clase (práctica) de Teorías Éticas del 2-oct-2014. Prof. Urbano Ferrer. #Filosofía #Ética

Clase del 2 de octubre de 2014. Clase práctica.

[Nota: aunque la primera parte de esta práctica ya se inició en la clase de teoría anterior, voy a ponerlas todas juntas aquí para una mejor organización de los apuntes.]

TEXTOS A COMENTAR.

(Texto 1) Acerca de la experiencia moral: (se comentó el día 1-10-14)

“El saber moral espontáneo –caudal que no falta al más pobre– es la pauta sobre la que necesariamente ha de inscribirse toda ulterior tematización del fenómeno moral. Quiere esto decir que ese saber primordial conserva siempre cierta autoridad sobre otros saberes más elaborados. No prestaremos oídos a una teoría para la que la justicia consista en la ley del más fuerte, o que sostenga que el motivo de una acción nada tiene que ver con su valor moral, o que causar dolor gratuito es legítimo, o que la vida de un animal vale tanto como la de un hombre. Antes bien, nos aferraremos a nuestras convicciones previas, y el solo hecho de que tales teorías estén en contradicción con ellas nos bastará para descalificarlas” (L. RODRÍGUEZ DUPLÁ, Ética, BAC, Madrid, 2001, 10).

Cuestiones:

1) ¿Qué añade la teoría ética al saber moral espontáneo o experiencia moral? 

Respuesta: añade una reflexión a esa experiencia o saber moral. Analiza los actos que ha realizado haciendo uso de la razón. Tenemos, principalmente, dos funciones de la razón en este escenario: por un lado, reducir la experiencia moral a los conceptos morales básicos como el bien, el deber, etc., y por otro lado tiene la función de la normatividad. El futuro es indeterminado y quien determina el futuro es el hombre de forma racional. Esto también forma parte de la razón práctica. La ética es una tarea reflexiva entonces. ¿Es una actividad teorética o es práctica? la respuesta está en Aristóteles: “no hacemos ética para saber lo que es el bien o la virtud sino para ser virtuosos y buenos”. La finalidad es la conducta humana, la actuación, de lo contrario sería algo inútil.

2) ¿Es la ética un modo de actuar o un saber? 

Respuesta: es ambas cosas. Es una actividad normativizada. Hay un círculo... 

3) ¿Es posible saber cómo se debe obrar y obrar de modo contrario? 

Respuesta: 

Surge el debate, en clase, del tema de la dignidad humana. 

*****

(Texto 2) Sobre la vida ética:

“La forma de vida propia del hombre ético no es solo la que tiene un valor relativamente más alto frente a otras formas de vida profesional-vocacional, sino que es la única absolutamente valiosa. Para el ser humano que se ha elevado al estadio ético, todas las formas de vida susceptibles de valoración positiva pueden seguir siendo valiosas sólo en razón de que se ordenan a la forma de vida ética y de que en ella encuentran no ya una conformación adicional, sino también la norma y el límite de su último derecho. El auténtico artista, por ejemplo, no es aún, como tal, un hombre auténtico en el sentido más alto. En cambio, el hombre auténtico puede ser artista auténtico si y sólo si la autorregulación de su vida ética así lo exige de él” (E. HUSSERL, Renovación del hombre y de la cultura, Anthropos, Barcelona, 2002, 30).

Cuestiones:

1) ¿Por qué la vida ética tiene un valor absoluto, como dice Husserl?

Respuesta: se puede ver la vida ética como una autosuficiencia de la ética, que dirían los estoicos, la virtud por la virtud, sería otra forma de responder a la pregunta.  

2) ¿Son posibles el fanatismo moral u otras adulteraciones éticas? ¿Cómo evitarlos?

Respuesta: sí se puede, al imponer nuestra moral rígida al resto de las personas. Ej: que un político dimita al no estar de acuerdo con las ideas de su partido. Prefiere estar fuera de él y desmarcarse a seguir una ideología con la que no está conforme. Tenemos muchos ejemplos en la sociedad. El profesor menciona el caso de Sócrates como “héroe moral”. 

3) Indicar otros usos posible del adjetivo “bueno” aparte del ético.

Respuesta: la palabra bueno es un irreductible ético, no lo podemos reducir a otro término, sin embargo la palabra bueno la utilizamos en otros sentidos. Podemos referirnos a: útil en sentido técnico, práctico, alta calidad, bueno en sentido que me beneficie, bueno en sentido de recto, buen proceder, bueno en sentido de agradable, etc.

*****

(Texto 3) Experiencia y normatividad en la praxis:

“Mi tesis es que la normación expresa de la acción no tendría sentido si no hubiera un material necesitado de ella… Uno puede imaginarse un test que ayude a asegurar el enlace de las normas con la esfera originaria de la acción. Este test invierte, valga la expresión, la dirección del imperativo categórico de Kant: ¡Examina no solo si tu máxima subjetiva es válida como ley universal, sino también si una ley objetivamente válida es aplicable como auténtica máxima de tu actuar concreto! Examina si puedes querer al nivel de la praxis lo que te sale al paso bajo el signo del deber” (R. BUBNER, “Acción, Máximas y normas”, Cuadernos Salmantinos de Filosofía, XIX (1992), 46-47).

Cuestiones:

1) ¿Cómo entiende Bubner la articulación entre experiencia y normatividad en la praxis?

Respuesta: se trata de normativizar la experiencia y podamos salir de la indiferencia a la hora de actuar. Hemos de unificar las normas. 

2) ¿En qué sentido se invierte la dirección del imperativo categórico kantiano?

Respuesta: en vez de pasar de una experiencia a una ley, cogemos una ley y vemos en que medida se ajusta a la experiencia. 

3) ¿Tiene la experiencia en Ética un sentido meramente descriptivo?

Respuesta: no sólo descriptivo, también se debe recoger una normatividad. 

*****

(Texto 4) Sobre la autodeterminación personal:

“La autodeterminación aparece como lo que une e integra el dinamismo propio del hombre al nivel de la persona. La autodeterminación nos permite distinguir el dinamismo al nivel de la persona del dinamismo al nivel de la naturaleza. Se observa que en este último falta la autodeterminación. Al nivel del dinamismo de la naturaleza no hay acto, no hay acciones; estrictamente hablando, sólo hay activaciones, en todo caso, una suma específica de lo que sucede en el sujeto, que forma el conjunto específico de la vida y del dinamismo del propio sujeto” (K. WOJTYLA, Persona y acción, Palabra, Madrid, 2011, 181).

Cuestiones:

1) ¿Qué quiere decir la autodeterminación de la persona?

Respuesta: poder crearte a ti mismo en la medida que van tomando decisiones y en la que juzgas esas decisiones.

2) ¿Está igualmente presente la autodeterminación en todos los actos humanos?

Respuesta: debemos decir que no, ya que hay algunos que las dejamos por hábitos y no tiene la misma autodeterminación que una decisión vital donde ponemos toda nuestra atención.

3) ¿Es lo mismo autodeterminación qué libertad?

Respuesta: la autodeterminación está dentro de la libertad. La autodeterminación es una parte de la libertad. 

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Antes de irnos, leemos algo del texto de ¿Quién es el hombre? de Leonardo Polo. Las manos es un distintivo del hombre y me permiten escoger alternativas. Dice el texto:

Las manos

Los descubrimientos son posibles porque el hombre tiene un cuerpo muy especial. Los antropólogos subrayan que el hombre es un ser con manos. Como ya advirtió Aristóteles, las manos son importantes: tan importantes que son una condición de la inteligencia práctica. Pero la mano no es algo preexistente, propio del alma uránica, sino una característica del cuerpo humano que le distingue del resto de los animales.
El hombre es bípedo. Los escolásticos decían, un poco en broma, que el hombre es el bípedo implume. Esta característica no se explica analíticamente. ¿Cómo se pasa del cuadrúpedo al bípedo? La correlación de factores necesaria para dar ese paso no se explica analíticamente: hay que acudir a un planteamiento sistemático o sistémico. Las explicaciones sistémicas son ensayos de comprensión de la correlación de factores distintos: al modificarse uno, se modifican los demás. La mano no es simplemente una pata evolucionada. Desde el punto de vista de la serie temporal, que es el tiempo que utiliza la teoría de la evolución, no se entienden las innovaciones complejas. La evolución es el modo de interpretar la temporalidad biológica desde el punto de vista de los cambios morfológicos. Pero el tiempo del hombre no es el tiempo evolutivo, porque las innovaciones complejas no se reducen a cambios morfológicos.
El hombre hace con las manos. Con esto basta para advertir que el cuerpo no es un estorbo: el ser con manos no es un alma encerrada en una tumba. La mano es un instrumento y, a la vez, el origen de la misma noción de instrumento. Posee también valor de símbolo. La mano alzada es un símbolo: es el saludo del nómada. Los nómadas tienen que verse a distancia; la mano diestra alzada desnuda significa ausencia de armas, renuncia a atacar. El hombre de ciudad usa otro saludo, también manual: darse la mano. Darse la mano significa lo mismo, pero en proximidad: si te doy la mano, es que estoy dispuesto a no atacarte. Es el símbolo de la paz.
En rigor, la mano tiene respecto de la conducta tanto valor simbólico como el rostro. Porque el hombre es un animal con rostro, no un animal con hocico (la diferencia es enorme). Pero las manos y la cara son correlativos. El bipedismo es la diferencia funcional de un par de extremidades, que quedan libres de la tarea de andar. El bipedismo es la liberación de la mano; la liberación de la mano es la mano misma. Si hay hocico, no hay mano (con hocico, el animal se inclina, es cuadrúpedo). Sin cara no hay mano, y sin mano no hay cara. El rostro y la mano constituyen un sistema; el rostro es imposible sin las manos y las manos sin el rostro.

Enlace al libro en Google Books.

Fin clase.

Clase de Teorías Éticas del 1-octubre-2014. Prof. Urbano Ferrer. #Filosofía #Ética

Clase del  1 de octubre de 2014. Teoría.

[Nota: para este tema me he basado, sobre todo, en los apuntes colgados por Urbano en su página web y por algunas notas de clase. Esto es un documento orientativo.]

Tema 2. El principio antropológico de la ética.

Introducción

Xavier Zubiri
¿Por qué empezar por aquí? Queremos saber cómo es el hombre para que sus acciones puedan ser éticas, es decir, ¿qué significa que la ética es una dimensión de la vida humana. Que lo ético, dicho en palabras de Zubiri: “El hombre es un ser debitorio” es un neologismo. El hombre quiera o no quiera tiene el deber ante sí. ¿Cómo se muestra esa dimensión ética en el hombre? Este será el tema de hoy. 

[A partir de aquí, añadiré los apuntes que colgó el profesor en su web, salvo indicación en contra]

La Antropología contemporánea ha destacado cómo la conducta del hombre no está biológicamente especializada, sino que él mismo, en tanto que ser deficiente (Mangelwesen, según Gehlen), ha de ingeniárselas para responder adecuadamente a cada una de las instancias biológicas y prácticas a que está sujeto. Estas deficiencias biológicas —sobre todo, si se lo compara con los animales— se acusan, por ejemplo, en que le faltan las protecciones naturales contra la intemperie como el pelo, carece de los órganos naturales de ataque y huida, tiene inadaptación en las manos, pies y brazos, es superado por los animales en agudeza de sentidos, presenta una dentadura muy rudimentaria, con carencia de huecos... En vista de todo ello el hombre ha de crear su propio hábitat y los medios de protegerse ante las adversidades naturales. Kant lo expuso muy gráficamente: "La invención del vestido, de su seguridad y defensa exteriores (para lo que no le proveyó la Naturaleza de los cuernos del toro, de las garras del león ni de los dientes del perro, sino de sus meras manos), de todos los goces que hacen agradable la vida, su misma comprensión y agudeza, y hasta la benignidad de su voluntad, tenían que ser por completo obra suya".

Pero son deficiencias que tienen su contrapartida positiva. Pues precisamente la inteligencia y las manos, con toda su inadaptación, son lo que le permite hacerse cargo de los objetos como tales, en su consistencia y realidad propias, y no como una continuación de unas inexistentes estructuras biológicas instintivas que caracterizaran a la especie. Aristóteles veía en la mano una señal de la inteligencia: "El hombre tiene manos porque es el más inteligente de los seres".

Como ha puesto de manifiesto Scheler: "El hombre puede aprehender en principio la manera de ser misma de los objetos, sin la limitación que este mundo de objetos o su presencia experimenta por obra del sistema de los impulsos vitales y de los órganos y funciones sensibles en que se funda". Mientras la conducta animal se integra con el medio ambiente o perimundo (Umwelt), de tal modo que sólo reacciona ante aquella porción del mundo externo que adquiere relevancia para sus instintos específicos, en el hombre el mundo es el horizonte indefinidamente desplazable, siempre abierto a nuevas posibilidades objetivas, en que se insertan su conocimiento y su acción. Sólo el hombre tiene mundo como totalidad: es un ser-en-el-mundo, decía Heidegger, no entendiendo la preposición 'en' en un sentido circunscriptivo, sino como equivalente a 'ante'. En otros términos: el mundo le es dado al hombre como el horizonte de los horizontes perceptivos.

Lo anterior se puede desglosar atendiendo a las siguientes implicaciones: a) la falta de ensamblaje o ajustamiento entre la conducta humana y el ámbito circundante o mundo en torno; b) la carencia de una estabilidad biológica que le dicte desde el nacimiento el programa de su existencia; c) la no coincidencia entre el yo sujeto que decide y su pertenencia a una determinada especie animal. Pero si transcribimos lo anterior a los términos positivos correlativos, encontramos las tres estructuras antropológicas que hacen del hombre un ser constitutivamente moral. Tales son: a) la necesidad de justificación para su conducta, por no estar ajustada sin más; b) la exigencia de una normatividad institucional que compense su falta de dotación biológica, y c) la autoposesión por la que vive sus actos como propios. Son éstos los aspectos en que centraremos la atención respectivamente en cada uno de los próximos apartados.

1. La justificación como dimensión antropológica

La falta de justeza entre conducta y mundo trae consigo que el hombre tenga que justificar, hacer el ajustamiento (justum facere) que no le viene dado. Para ello recurre al orbe de las posibilidades, desde las cuales llegue a dar cuenta de la acción que decide realizar. Según Zubiri: "Mientras en el caso del animal el ajustamiento transcurre directamente de su realidad orgánica a la realidad del medio, en el caso del hombre ese ajustamiento transcurre a través de ese sutil medio que es la posibilidad... Mientras en el animal su conducta está exhaustivamente determinada..., el hombre ha de determinar el acto ajustado, ha de determinar la justeza de una previa indeterminación, y esto por su misma estructura de animal inteligente". Es éste el primer sentido de la moralidad, como estructura o forma de los actos humanos, que se opone a la amoralidad de aquellos sectores del comportamiento que no precisan ser justificados.

Ahora bien, la justificación también se extiende a la posibilidad que en particular es elegida como posibilitante de la conducta, vale decir, como aquélla a la que se da preferencia sobre las otras dentro del sistema de las posibilidades. Lo cual nos remite a la dimensión objetiva de la justificación, complementaria de la dimensión subjetiva anteriormente destacada. Justificar la posibilidad elegida es tanto como ponerla en relación con el "bonum", haciendo manifiesta su falta de adecuación perfecta con él. Es por lo que la operación mental que precede a la elección y la hace explícita sólo puede ser el juicio, del tipo de "quiero tal o cual posibilidad porque encuentro en ella tal o cual razón de bondad". El bien-motivo constituye para la actuación el horizonte en que se enmarcan los objetos queridos, paralelamente a como para los objetos dados a la percepción externa se presenta un horizonte mundano común. De este modo, la justificación no sólo se advierte desde la perspectiva del sujeto no especializado orgánicamente, sino que también resalta desde el bien como aquello "en vista de" lo cual se actúa, por cuanto no se conmensura íntegramente con las particulares razones de bondad que especifican a las distintas actuaciones.

En conclusión, la justificación se plantea ante una instancia externa con la que se confronta la actuación que se va a emprender (sentido objetivo). Pero antropológicamente la justificación pertenece ya originariamente a la naturaleza misma de la acción (sentido subjetivo), en la medida en que está libre-de solicitaciones unívocas y necesarias. Este distanciarse de sí mismo antes de actuar es lo que permite que el sujeto se viva a sí propio como el centro personal de donde proceden sus actos. Como ha expuesto Coreth: "El hombre es independiente del entorno porque no está atado al instinto, porque es independiente del mismo... Esta conducta puede calificarse como capacidad de distancia. El hombre puede distanciarse de las cosas porque no se siente inmediatamente ligado al instinto. Con ello se distancia de sí mismo en cuanto que se supera a sí mismo como ser natural instintivo".

Fin clase.