Clase del 1 de octubre de 2014. Teoría.
[Nota: para este tema me he basado, sobre todo, en los apuntes colgados por Urbano en su página web y por algunas notas de clase. Esto es un documento orientativo.]
Tema 2. El principio antropológico de la ética.
Introducción
Xavier Zubiri |
¿Por qué empezar por aquí? Queremos saber cómo es el hombre para que sus acciones puedan ser éticas, es decir, ¿qué significa que la ética es una dimensión de la vida humana. Que lo ético, dicho en palabras de Zubiri: “El hombre es un ser debitorio” es un neologismo. El hombre quiera o no quiera tiene el deber ante sí. ¿Cómo se muestra esa dimensión ética en el hombre? Este será el tema de hoy.
[A partir de aquí, añadiré los apuntes que colgó el profesor en su web, salvo indicación en contra]
La Antropología contemporánea ha destacado cómo la conducta del hombre no está biológicamente especializada, sino que él mismo, en tanto que ser deficiente (Mangelwesen, según Gehlen), ha de ingeniárselas para responder adecuadamente a cada una de las instancias biológicas y prácticas a que está sujeto. Estas deficiencias biológicas —sobre todo, si se lo compara con los animales— se acusan, por ejemplo, en que le faltan las protecciones naturales contra la intemperie como el pelo, carece de los órganos naturales de ataque y huida, tiene inadaptación en las manos, pies y brazos, es superado por los animales en agudeza de sentidos, presenta una dentadura muy rudimentaria, con carencia de huecos... En vista de todo ello el hombre ha de crear su propio hábitat y los medios de protegerse ante las adversidades naturales. Kant lo expuso muy gráficamente: "La invención del vestido, de su seguridad y defensa exteriores (para lo que no le proveyó la Naturaleza de los cuernos del toro, de las garras del león ni de los dientes del perro, sino de sus meras manos), de todos los goces que hacen agradable la vida, su misma comprensión y agudeza, y hasta la benignidad de su voluntad, tenían que ser por completo obra suya".
Pero son deficiencias que tienen su contrapartida positiva. Pues precisamente la inteligencia y las manos, con toda su inadaptación, son lo que le permite hacerse cargo de los objetos como tales, en su consistencia y realidad propias, y no como una continuación de unas inexistentes estructuras biológicas instintivas que caracterizaran a la especie. Aristóteles veía en la mano una señal de la inteligencia: "El hombre tiene manos porque es el más inteligente de los seres".
Como ha puesto de manifiesto Scheler: "El hombre puede aprehender en principio la manera de ser misma de los objetos, sin la limitación que este mundo de objetos o su presencia experimenta por obra del sistema de los impulsos vitales y de los órganos y funciones sensibles en que se funda". Mientras la conducta animal se integra con el medio ambiente o perimundo (Umwelt), de tal modo que sólo reacciona ante aquella porción del mundo externo que adquiere relevancia para sus instintos específicos, en el hombre el mundo es el horizonte indefinidamente desplazable, siempre abierto a nuevas posibilidades objetivas, en que se insertan su conocimiento y su acción. Sólo el hombre tiene mundo como totalidad: es un ser-en-el-mundo, decía Heidegger, no entendiendo la preposición 'en' en un sentido circunscriptivo, sino como equivalente a 'ante'. En otros términos: el mundo le es dado al hombre como el horizonte de los horizontes perceptivos.
Lo anterior se puede desglosar atendiendo a las siguientes implicaciones: a) la falta de ensamblaje o ajustamiento entre la conducta humana y el ámbito circundante o mundo en torno; b) la carencia de una estabilidad biológica que le dicte desde el nacimiento el programa de su existencia; c) la no coincidencia entre el yo sujeto que decide y su pertenencia a una determinada especie animal. Pero si transcribimos lo anterior a los términos positivos correlativos, encontramos las tres estructuras antropológicas que hacen del hombre un ser constitutivamente moral. Tales son: a) la necesidad de justificación para su conducta, por no estar ajustada sin más; b) la exigencia de una normatividad institucional que compense su falta de dotación biológica, y c) la autoposesión por la que vive sus actos como propios. Son éstos los aspectos en que centraremos la atención respectivamente en cada uno de los próximos apartados.
1. La justificación como dimensión antropológica
La falta de justeza entre conducta y mundo trae consigo que el hombre tenga que justificar, hacer el ajustamiento (justum facere) que no le viene dado. Para ello recurre al orbe de las posibilidades, desde las cuales llegue a dar cuenta de la acción que decide realizar. Según Zubiri: "Mientras en el caso del animal el ajustamiento transcurre directamente de su realidad orgánica a la realidad del medio, en el caso del hombre ese ajustamiento transcurre a través de ese sutil medio que es la posibilidad... Mientras en el animal su conducta está exhaustivamente determinada..., el hombre ha de determinar el acto ajustado, ha de determinar la justeza de una previa indeterminación, y esto por su misma estructura de animal inteligente". Es éste el primer sentido de la moralidad, como estructura o forma de los actos humanos, que se opone a la amoralidad de aquellos sectores del comportamiento que no precisan ser justificados.
Ahora bien, la justificación también se extiende a la posibilidad que en particular es elegida como posibilitante de la conducta, vale decir, como aquélla a la que se da preferencia sobre las otras dentro del sistema de las posibilidades. Lo cual nos remite a la dimensión objetiva de la justificación, complementaria de la dimensión subjetiva anteriormente destacada. Justificar la posibilidad elegida es tanto como ponerla en relación con el "bonum", haciendo manifiesta su falta de adecuación perfecta con él. Es por lo que la operación mental que precede a la elección y la hace explícita sólo puede ser el juicio, del tipo de "quiero tal o cual posibilidad porque encuentro en ella tal o cual razón de bondad". El bien-motivo constituye para la actuación el horizonte en que se enmarcan los objetos queridos, paralelamente a como para los objetos dados a la percepción externa se presenta un horizonte mundano común. De este modo, la justificación no sólo se advierte desde la perspectiva del sujeto no especializado orgánicamente, sino que también resalta desde el bien como aquello "en vista de" lo cual se actúa, por cuanto no se conmensura íntegramente con las particulares razones de bondad que especifican a las distintas actuaciones.
En conclusión, la justificación se plantea ante una instancia externa con la que se confronta la actuación que se va a emprender (sentido objetivo). Pero antropológicamente la justificación pertenece ya originariamente a la naturaleza misma de la acción (sentido subjetivo), en la medida en que está libre-de solicitaciones unívocas y necesarias. Este distanciarse de sí mismo antes de actuar es lo que permite que el sujeto se viva a sí propio como el centro personal de donde proceden sus actos. Como ha expuesto Coreth: "El hombre es independiente del entorno porque no está atado al instinto, porque es independiente del mismo... Esta conducta puede calificarse como capacidad de distancia. El hombre puede distanciarse de las cosas porque no se siente inmediatamente ligado al instinto. Con ello se distancia de sí mismo en cuanto que se supera a sí mismo como ser natural instintivo".
Fin clase.
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