miércoles, 30 de marzo de 2016

Acerca de "Discurso sobre la dignidad del hombre", de Pico della Mirandola

Pico della Mirandola
Este discurso pragmático, el escrito más representativo de la antropología humanista, fue redactado como alocución inaugural para la apertura del congreso filosófico de 1487, en el que deberían haberse discutido las 900 "conclusiones". Como el congreso no tuvo lugar debido a la condenación, por parte de la iglesia, de algunas de las tesis, el discurso no se pronunció y apareció solo como póstumo. El titulo usual actual De hominis dignitate, fue utilizado por ver primera por Jacob Wimpfeling en su edición de la obra de Estrasburgo (1504).

Pico  declara que el hombre es un "gran milagro y un ser viviente admirable" (magnum miraculum et admirandum animal) que hay que anteponer incluso a las criaturas celestes. Mediante el acto de la creación, todos los demás seres han recibido una naturaleza fija, inmutable, y han sido colocados en un orden jerárquico determinado por Dios. En cambio el hombre fue creado en último lugar, para que contemplara y admirara la obra divina. No está predeterminado por su propia naturaleza, sino que tiene la posibilidad de decidir por sí mismo, libre de escoger entre animalidad y divinidad, de abandonarse al instinto o de elevarse hasta la semejanza con Dios. En esta libertad consiste la potencia y la excelencia de este "camaleón" de la creación, capaz de las más sorprendentes metamorfosis. Por dos caminos puede llegar el hombre hasta Dios: por la vida activa y por la vida contemplativa. Pico defiende la primacía de esta última, de la vida contemplativa y recurre a la metáfora de la "escalera de Jacob" para ilustrar esta vía y el proceso de purificación por medio de la moral y de la filosofía. El lavatorio de pie simboliza la purificación de la parte instintiva del alma, el lavatorio de manos la purificación de las emociones. La subida acaba con la consecución de la "epopteia", esto es, de la visión contemplativa de las cosas divinas (rerum divinarum inspectio). Pico halla la idea de que la filosofía conduce a la visión beatifica de Dios en los maestros de las grandes tradiciones como Moisés, Zoroastro y Pitágoras, en los grandes filósofos como Platón y Aristóteles y en las grandes doctrinas místicas, esto es, en los oráculos délficos, en los oráculos caldeos y en la cábala. Con esto justifica Pico su amor y su devoción por la filosofía cuyo método debe ser la "ciencia del número" (scientia numerandi), que no constituye simplemente en una técnica para contar y calcular, sino en una auténtica metafísica del número (de tradición pitagórica y platónica), y que se realiza en la "magia" o en la "teúrgia" como saber supremo, que se funda en el trato con los espíritus celestes.

La importancia de este discurso proviene de la valoración del hombre a la que llega Pico. Representa la culminación de la exaltación moderna del hombre como microcosmos. Decanta la doctrina humanista del hombre contra la tradición medieval y de la abnegación.

lunes, 28 de marzo de 2016

Acerca de "Retórica y oralidad", de Antonio López Eyre

Los discursos de la Retórica de los antiguos estaban muy teñidos de oralidad, eran fuertemente orales, lo que tiene implicaciones importantes a la hora de juzgar la Retórica de la Antigüedad y confrontarla con la del presente. Se piensa hoy día por parte de algunos estudiosos que el «gran salto», que supuso pasar de la cultura oral en la que nació la Retórica a la cultura escrita fue un proceso decisivo para el desarrollo del pensamiento abstracto y lógico. La escritura fue el invento que en mayor medida transformó la mente humana, y la invención del alfabeto supuso realmente el comienzo de nuevas e insospechadas aplicaciones de la inteligencia racional.

Si tuviéramos que trazar una evolución en etapas acerca de la historia de la comunicación en cualquiera de sus formas, podríamos hablar de las tres siguientes:
  1. La primera cultura del hombre es la cultura oral transmitida de generación en generación con la consecuente pérdida de detalle y profundidad.
  2. La invención de la escritura remonta a los sumerios asentados en Mesopotamia a mediados del cuarto milenio a. J. C. En esta segunda fase se registran dos grandes revoluciones culturales, la quirográfica o manuscrita, la primera gran revolución de la escritura o palabra silenciosa, y la gutemberguiana o tipográfica que, a partir del siglo XV, hizo circular profusamente los discursos estampados en letra de molde y convertidos en objeto de muy apetecido y solicitado consumo.
  3. En una tercera fase de la historia de la comunicación se reencuentran la oralidad y la escritura. Esto es lo que ocurre en la moderna cultura de los contemporáneos medios eléctricos y electrónicos, medios de comunicación de masas que hacen volar mensajes escritos y orales a la velocidad de la luz dirigidos a un número cada vez mayor de receptores.
En la actualidad nos encontramos ante un nuevo tipo de discurso que aparece como mensaje comunicativo transmitido por máquinas de comunicación y dispositivos digitales que serían impensables hace un siglo. Esas máquinas que desafían el espacio y el tiempo y transmiten con idéntica facilidad signos lingüísticos orales y escritos y signos no-lingüísticos de diferentes códigos pero asimilables a los verbales han modificado, como era de esperar, adaptándolo a su naturaleza, el propio mensaje que transmiten, es decir, el nuevo discurso multimediático de nuestros tiempos.

sábado, 26 de marzo de 2016

Acerca de "Lelio" o "De la amistad", de Marco Tulio Cicerón

Marco Tulio Cicerón
Marco Tulio Cicerón, orador, político y filósofo latino. Perteneciente a una familia plebeya de rango ecuestre, desde muy joven se trasladó a Roma, donde asistió a lecciones de famosos oradores y jurisconsultos y, finalizada la guerra civil (82 a.C.), inició su carrera de abogado, para convertirse pronto en uno de los más famosos de Roma. Posteriormente, se embarcó rumbo a Grecia con el objetivo de continuar su formación filosófica y política. Abierto a todas las tendencias, fue discípulo del epicúreo Fedro y del estoico Diodoto, siguió lecciones en la Academia y fue a encontrar a Rodas al maestro de la oratoria, Molón de Rodas, y al estoico Posidonio.

La reflexión ciceroniana sobre la amistad se constituye como uno de los grandes referentes que vinculan la virtud cívica y los intereses personales de realización del ser humano en la comunidad. Recuperar el sentido de verdad, siguiendo el modelo estético de la amicitia que propone Cicerón implica dimensionar en su forma más trascendente la disposición humana de la comprensión hermenéutica y la empatía con el semejante. Tal es el objetivo esencial de este diálogo.

De amicitia,  o Laelius, es un diálogo de Cicerón, escrito en el 44 a. C. Está dedicado a Ático y marca la vuelta de Cicerón a la escena política tras la muerte de César. Los interlocutores pertenecen al así denominado “círculo de Escipión”: pocos días después de la muerte de Escipión Emiliano, durante el intento de revolución de los Gracos, Lelio recuerda ante Cayo Fanio y Mucio Escévola la figura del amigo desaparecido, y diserta sobre el valor, la naturaleza y la finalidad de la amistad.

Hay un aire de tristeza con un fondo político en esta obra, estando muy cerca el asesinato de César y con Cicerón intentando relanzar su carrera política. 

Laelius es también una obra de abierto significado político: intenta exceder el concepto romano antiguo y tradicional de la amistad como una serie de lazos personales motivados por el favoritismo político. Cicerón trata de definir y establecer los fundamentos éticos de este sentimiento que une a los hombres, con el respaldo de sus reflexiones filosóficas de los años de forzado ocio de la actividad política en su villa de Túsculo.

Está en la base de todo esto el deseo de aumentar la base social en la que divulgar el concepto de amistad: ya no sólo los aristócratas, la nobilitas, sino cualquier persona puede entrar en la categoría fundamental ciceroniana de los boni. Los boni son una categoría que traspasa las capas sociales existentes verticalmente, sin identificarse en particular con ninguna de ellas. Boni son por lo tanto los hombres virtuosos, a los que Cicerón desafía a tomar las riendas de la república, a entrar en la arena política.

En primer lugar está la fides: concepto muy importante para Cicerón y para todo el mundo romano. Fides es, lo primero de todo, la confianza que se deposita en otro:
      
"Habere fidem magnam alicuid".
      
A continuación se convierte en confianza en sentido amplio, por lo tanto fidelidad al compromiso, honradez, recta moral, conciencia misma del individuo. Virtud fundamental y constitutiva del Estado, según Cicerón: 

"Nec enim ulla res vehementius rem publicam continet quam fides" 

Junto a la fides está la constantia, que es la firmeza en buscar la virtud. Siguen otros requerimientos menores, entre los cuales destaca la suavitas, la afabilidad, la dulzura en hablar y en el comportamiento, que Cicerón define como un "condimento" no precisamente secundario en el conjunto.

La amistad propugnada por Lelio no es solo una amistad política, sino una desesperada necesidad de relaciones sinceras, como Cicerón, inmerso en el torbellino de las conveniencias impuestas por la vida pública, podría encontrar quizás solamente en Ático.