Giambattista Vico |
La polémica contra el racionalismo cartesiano y su pretensión de universalidad en lo que concierne a la extensión y la intensidad está regida por la convicción de que sólo puede existir ciencia de aquello que se está en grado de hacer o de rehacer: «La norma de lo verdadero es el haberlo hecho.» Este es el camino para lograr la claridad y la distinción auténticas, como rasgos del saber riguroso. Sólo el artífice está en condiciones de poseer ciencia sobre el artefacto. Tal es la intuición teórica que guió a Giambattista Vico en su crítica al método cartesiano y que cada vez se hará más explícita, a medida que vaya configurándose su pensamiento. ¿Cómo es posible aspirar a elaborar un saber claro y distinto con respecto a la cosmología, puesto que no somos nosotros los artífices del mundo? La claridad y la distinción de la geometría y de la matemática se explican por el hecho de que nosotros las hemos construido. El hecho o el hacer es la condición o el lugar de lo verdadero. En el De antiquissima Vico sostiene: «En latín verum y factum poseen una relación de reciprocidad o, para utilizar un vocablo popula-rizado por las escuelas, “se convierten entre sí” [...]. De ello es lícito conjeturar que los antiguos sabios itálicos coincidían en estos pensamientos: lo verdadero es lo mismo que el hecho; Dios es el primer verdadero, en cuanto que es el primer hacedor y creador.»
Dios es la suma sabiduría porque es artífice de todo. ¿Y el hombre? Sólo está en disposición de conocer aquello de lo cual es artífice, comenzando por la matemática y la geometría, para pasar al mundo exterior después, pero sólo dentro de los límites restrin-gidos y variables de su capacidad experimental o re-creadora. Sin embargo, ¿no existe acaso, fuera de esas fronteras, un reino cuyo protagonista indiscutible es el hombre? Existe, en efecto, y es el mundo de la historia, con sus instituciones, el comercio, las guerras, las costumbres, los mitos, los lenguajes. ¿Acaso el hombre no es el artífice de todo esto? En la Nueva Ciencia, Vico afirma: «Este mundo civil fue sin duda hecho por los hombres, lo que hace que se pueda -porque se debe- encontrar sus principios en el interior de las modificaciones de nuestra mente humana. A cualquiera que reflexione sobre ello, debe producirle asombro el que todos los filósofos hayan procurado seria-mente obtener la ciencia de este mundo natural, del cual -puesto que lo hizo Dios- sólo él la posee; y se olvidan en cambio de meditar sobre este mundo de las naciones, el mundo civil, del cual -por-que lo han hecho los hombres- podían éstos lograr su ciencia.»
Este mundo, hasta ahora inexplorado, es el que hay que examinar. Como ha sido hecho por los hombres, nos permitirá lograr un saber tan claro como el geométrico y matemático. Sin embargo, puesto que se trata de un capítulo nuevo, hay que precisar cuáles son los principios y el método que servirán para reducir a ciencia una materia que hasta el momento ha «yacido en un sepulcro». Se trata de una ciencia análoga y, al mismo tiempo, superior a la geometría. En efecto, esta ciencia tendrá que proceder «como la geometría que, mientras lo construye o lo contempla con sus elementos, va configurando el mundo de las magnitudes; con tanta más realidad, empero, cuanto que éstas tienen puntos, líneas, superficies y figuras. Esto mismo atestigua que estas pruebas son de una especie divina y deben, oh lector, provocar en ti un divino placer, porque en Dios el conocer y el hacer son una misma cosa».
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